A continuación os pongo los comentarios de la película Gattaca y las preguntas que se os entregó en clase. Después hay un comentario sobre la clonación y la manipulación genética. Os pueden servir de punto de partida para elaborar vuestro propio comentario en vuestros respectivos blogs. Os recuerdo que teneis que añadir vuestros comentarios en el apartado de añadir "comentarios" de esta entrada.
Mucha suerte
GATTACA"No hay gen para el espíritu humano”Comentario
Gattaca es una película pequeña, sin efectos especiales, pero con un guión muy inteligente que obliga al espectador a reflexionar acerca de muchos temas presentes desde un argumento ambientado en el futuro: ¿la manipulación genética es la solución a todos los problemas? ¿Esta manipulación conllevará un nuevo tipo de discriminación? ¿La voluntad humana, el espÌritu de superación, los sueños... están en los genes? ¿La perfección puede ser una trampa?
Todas estas cuestiones se plantean en la película, que podría parecer intelectual y pretenciosa pero que no lo es en absoluto, ya que la trama se inscribe dentro de un thriller en torno a un asesinato, y el espectador se ve inmerso en el esfuerzo de Vincent (interpretado por un excelente Ethan Hawke, al que se recordará de películas como El club de los poetas muertos o ¡Viven!), un no válido que se hace pasar por un válido mientras esquiva la investigación del crimen que amenaza con descubrirle y que terminará por desvelar más de una sorpresa, sin olvidar la historia de amor del protagonista con la siempre espléndida Uma Thurman, todo ello envuelto en una banda sonora llena de sugerencias de Michael Nyman (el autor de El Piano). Cabe destacar la magistral labor interpretativa de Jude Law (nominado en los Oscar 1999 a mejor actor secundario por El talento de Mr. Ripley).
Rafael León Rodríguez.
La Insignia. España, febrero del 2004.
Ha saltado la gran noticia: ya puede que la humanidad tenga acceso a la piedra filosofal capaz de terminar con todas las calamidades y llevarla a habitar en un futuro no muy lejano un mundo feliz. Puede que unos científicos surcoreanos estén ya en disposición de acometer con garantías la clonación humana. Pero, ¿llevarán los avances biotecnológicos y las técnicas de clonación y selección genética a un futuro mejor para los seres humanos? ¿A esa tierra tantas veces prometida y permanentemente hurtada?
En Gattaca, película de Andrew Niccol, se nos muestra una sociedad donde estas tecnologías están plenamente dominadas y permiten la "fabricación" de seres humanos a la carta. Un mundo sin enfermedad, sin fealdad, ¿sin tristeza? Pero este mundo perfecto y feliz con seres física y mentalmente inmaculados sólo está reservado a unos cuantos. Pues también existe otro submundo, que sólo conocemos tangencialmente a través de la personalidad de Vincent Freeman (¿hombre libre?), el protagonista de la historia, perteneciente a la categoría de los no-válidos, personas inferiores concebidas usando el gratificante modo clásico y no mediante el diseño genético. Personas a las cuales, la aplicación de las mismas técnicas creadoras de seres perfectos permiten diagnosticarles de antemano y con precisión milimétrica todas las miserias que sufrirán en el futuro como producto de sus imperfecciones. Y a causa de esas imperfecciones científicamente detectadas se convierten en ciudadanos de segunda a los que les está vedado el acceso a los privilegios reservados a la élite genética, representada en la persona de Jerome Eugene (el bien nacido).
Las arcaicas discriminaciones movidas por impulsos emocionales de corte racial o religioso han sido superadas por una discriminación "científica" basada en características genéticas no heredadas sino adquiridas en un laboratorio: el eugenismo o genoísmo. Aunque en el fondo la verdadera raíz de la discriminación continúa hundiéndose en los mismos terrenos de siempre: factores de corte clasista por los que los poderosos y ricos ejercen su dominio y sobre los pobres y débiles. En Gattaca sólo los ricos tienen posibilidades de seleccionar las características genéticas de sus hijos.
Pero, partiendo de un contexto estructural dominado por un neoliberalismo salvaje, asentado en la desigualdad y la discriminación y en un predominio perverso de los intereses macroeconómicos privados frente a los beneficios sociales o públicos ¿es Gattaca el destino lógico al que nos pueden llevar la clonación y la selección genética? O, por el contrario, ¿es un producto más o menos afortunado de una ciencia-ficción sin sentido?
La respuesta parece evidente. Estamos más cerca de Gattaca de lo que podríamos pensar. La utilización y destino de la ciencia y sus avances se sitúa hoy día, salvo honrosas excepciones, fuera de los circuitos de la ética. El neoliberalismo, un sistema que no podría subsistir sin apropiarse de todo aquello que en justicia debería ser patrimonio de la humanidad, se apropia permanentemente también de la ciencia para sus espurios, aberrantes y asquerosos fines. La ciencia es hoy día, sin que por ello se pueda o se deba culpabilizar a los científicos, una mercancía privatizada al servicio de una reducida élite dominante en función de su ostentación del poder y acaparación criminal de la riqueza. Por ello, los enormes beneficios que podría y debería proporcionarnos la investigación genética en cuanto a prevención y erradicación de enfermedades y a dotarnos de una mayor calidad de vida, pueden resultar ficticios, falsos y contraproducentes para el conjunto de los seres humanos.
En Gattaca tal vez más importante que lo que se ve, es lo que no se ve, lo que deberíamos intentar intuir. ¿Cómo es ese submundo de los no-válidos? del que sólo tenemos una remota referencia por Vincent, versión futurista de arriesgado ocupante de patera rumbo a las costas gaditanas en busca de un mundo más perfecto y con mas oportunidades. O a la profundidad del mar.
Una vez que los poderosos de Gattaca disponen de una genética perfecta que los hace inmunes ante la enfermedad y tal vez también ante factores ambientales de riesgo, ¿se ocupa su ciencia al servicio de la élite genética de investigar y desarrollar también métodos para curar las enfermedades de los no-válidos? ¿Actúa para prevenir y mitigar los problemas ambientales que los afectan? (Las playas plagadas de algas que aparecen en el mar donde se baña Vincent son síntoma de un exceso de dióxido de carbono).
Tal vez. Pero para ello, en ese futuro posible o imposible deberían haber cambiado mucho las superestructuras, los valores, para que no suceda como en la actualidad, donde una ciencia controlada y atrapada en la maraña del abuso capitalista es incapaz de dedicarse con contundencia a ofrecer soluciones a enfermedades que, como la malaria, afectan a millones de seres humanos. Deberían cambiar también para que muchos avances científicos, como los existentes para el tratamiento del sida, no sean vedados a millones de pobres-enfermos-pobres por la avaricia de criminales mafias farmacéuticas.
Hoy, cada vez que en torno al tema de la selección genética, surgen las voces de alarmistas ávidos de regresar a las cavernas, como el que aquí mal escribe, se echa mano de la ética como maravilloso bálsamo de fierabrás. Pero ¿cómo es posible usar el argumento de la ética científica en un mundo donde la ética se ha convertido en una rara avis en peligro grave de extinción? Una ética que no tiene cabida entre los contra-valores del neoliberalismo. En un momento de Gattaca se dice: "no hay gen para el espíritu humano". Igual que no hay espacio para la ética en el neoliberalismo.
La investigación genética es una gran oportunidad. Pero para que lo sea para todos es preciso que la sociedad sea capaz de arrebatar la ciencia y la vida misma de las zarpas monstruosas del liberalismo. De lo contrario acabaremos en Gattaca y en su contra-Gattaca, como expresión de una sociedad que, a pesar de su apariencia feliz y pulcra, estará asentada en el fascismo de cara más o menos amable, una dictadura clasista-genética disfrazada de democracia ficticia, una discriminación bestial enmascarada por una falsa igualdad, y una libertad aplastada por el determinismo genético.
"Sólo el fuerte consigue el éxito" se dice también en el filme. Frase que podría ponerse en boca actualmente de cualquier explotador neoliberal imbuido de darwinismo social. La investigación genética ofrece grandes posibilidades. Pero de su combinación con el neoliberalismo surge una mezcla demasiado inestable, explosiva y con un potencial destructivo que sólo mínimamente se nos anticipa en películas como Gattaca.
CUESTIONES:
- Valoración general de la película.
- Realiza un comentario sobre los dos artículos propuestos en la ficha.
- ¿Estás de acuerdo con los dos comentarios? ¿por qué?
- ¿Qué destacarías de la película en relación con la manipulación genética?
- Escribe un comentario recogiendo tus impresiones personales en el blog
La clonación, la ciencia y la ética
por Fernando PascualLa sociedad tiene que promover, también en el mundo de la investigación y la ciencia, valores y principios fundamentales. Los derechos humanos valen para todo hombre. El respeto de esos derechos ha de ser exigido a toda persona capaz de actuar de modo responsable y libre, también al científico.
Las Naciones Unidas no han sido capaces de alcanzar un acuerdo acerca de la prohibición de la clonación humana. En la votación del 6 de noviembre de 2003 se decidió, con 80 votos a favor, 79 en contra y 15 abstenciones, posponer el debate por dos años.
¿Por qué se ha llegado a esta situación? Se trata de un enfrentamiento de puntos de vista. Por un lado, un amplio grupo de países apoyaban la propuesta de Costa Rica, en la que se prohibía tanto la clonación reproductiva como la así llamada “clonación terapéutica”. Por otro, Bélgica y un grupo minoritario de países, defendían prohibir sólo la clonación reproductiva y, al mismo tiempo, dejar libertad a las naciones para legislar sobre la “clonación terapéutica”. Un tercer grupo de países, encabezados por Irán, propusieron posponer la discusión hasta dentro de dos años. Esta propuesta fue la que finalmente, con un mínimo margen de votos, fue aceptada.
Detrás todas estas discusiones se esconde un problema más profundo. Hay que defender, por una lado, la libertad de la investigación, ese margen de acción necesario para que los científicos puedan trabajar, sobre todo cuando buscan caminos para promover el bien de otros seres humanos. Por otro, hay que reconocer esa legítima intervención de la sociedad para poner límites éticos que den garantías de respeto y de seguridad para toda la humanidad, también por lo que se refiere a la investigación científica.
La ciencia busca conocer. Para ello, usa aquellos procedimientos más eficaces, lleva a cabo aquellos experimentos que permitan mejores resultados. Pero no hay que ser un Platón para reconocer que no todo lo que funciona, no todo experimento, es ético. Muchas veces los hombres han buscado ser eficaces a través de la violencia, del robo, del crimen organizado u ocasional. El caso de los médicos que colaboraron con el nacismo y realizaron experimentos de una crueldad inimaginable no es un algo aislado. Ha habido, y hay, científicos (esperamos que pocos) que engañan, que roban secretos a compañeros, que abusan de enfermos para hacer experimentos inhumanos, que sueñan sólo en el dinero y la fama, que se someten a los proyectos de gobernantes sin escrúpulos para descubrir nuevas armas de destrucción masiva o sistemas para esterilizar a grupos sociales o raciales considerados “inferiores”, que practican el aborto como si fuese lo más natural del mundo.
Encontrarnos ante estos científicos no debe ser motivo de escándalo. Hombres deshonestos los hay en casi todos los grupos sociales, y la clase de los investigadores no está inmune de las debilidades humanas. El hecho de que una persona tenga muchos títulos universitarios, haya recibido premios o reconocimientos nacionales o internacionales por algún descubrimiento o, incluso, haya promovido actividades filantrópicas, no garantiza el que un día realice un experimento claramente injusto, o se decida a vender un secreto de laboratorio a una empresa de armamento o a un dictador sin escrúpulos.
Por ello, la sociedad tiene que promover, también en el mundo de la investigación y la ciencia, valores y principios fundamentales. Los derechos humanos valen para todo hombre. El respeto de esos derechos ha de ser exigido a toda persona capaz de actuar de modo responsable y libre, también al científico.
Aquí encuentra su sentido la discusión sobre temas como la clonación, el aborto, la eutanasia y otras posibilidades técnicas que la medicina moderna tiene ante sus ojos.
Haber prohibido toda forma de clonación hubiese significado promover una cultura de respeto al hombre, a cada hombre. No sólo al individuo que pueda ser resultado de una clonación, sino, de modo especial, al científico y al personal que trabaja en un laboratorio, para que no se degraden con un acto injusto, contrario a los principios éticos.
Aquí conviene aclarar una cosa que ha pasado desapercibida a algunos medios de comunicación social. La así llamada “clonación terapéutica” es también clonación reproductiva, en el sentido de que produce (“reproduce”) un individuo humano que tiene un material genético casi totalmente idéntico (al menos en el núcleo) a otro individuo ya existente. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre estos dos “tipos” de clonación? Mientras la clonación reproductiva dejaría nacer al individuo clonado, la así llamada “clonación terapéutica” lo habría fabricado para experimentar con él y luego destruirlo, lo cual es un acto que atenta gravemente contra el respeto debido a todo individuo humano, incluso al que es “producido” por clonación. En otras palabras, es mucho más grave la “clonación terapéutica” que la reproductiva, y el hecho de que algunos países y científicos defiendan la “terapéutica” no puede sino ser motivo de condena y de rechazo por parte de quienes defienden los derechos humanos.
Conviene aclarar, por último, que no habría bastado con prohibir cualquier forma de clonación. Los científicos gozan de una gran libertad de acción en sus laboratorios, libertad que les permite realizar numerosos actos que no acabamos de comprender bien los que no poseemos toda la ciencia que ellos han conquistado a través del estudio. Pero esa libertad implica una mayor responsabilidad. A más margen de acción, mayor urgencia por comprender la importancia del respeto a cada ser humano.
Cuando un laboratorio de reproducción artificial tiene en sus manos los óvulos de varias mujeres, los espermatozoos de varios hombres, y otros tejidos de adultos, fetos o embriones, de hombres y de animales, sabe muy bien que puede hacer, a escondidas, experimentos ilegales. Puede clonar, puede crear embriones para investigación, puede hacer híbridos entre hombres y animales. Los estados, ciertamente, deberán promover sistemas de control, pero lo principal está en la formación ética del científico.
La ciencia ofrece a la humanidad un número creciente de descubrimientos. Cada nueva frontera conquistada abre nuevas posibilidades. Orientar bien todo este cúmulo de saberes depende de la ética. No basta con enseñar en la universidad lo que es posible hacer, sino lo que es correcto. El respeto al hombre, a cada hombre, desde que inicia su existencia como cigoto hasta que muere, debe ser el criterio de discernimiento fundamental para juzgar las acciones de los científicos. Fuera de ese respeto podrán darse descubrimientos importantes, pero será mucho más lo que se pierda. No vale la pena vivir en un mundo técnicamente perfecto y éticamente inhumano.